El Aragueño - Sábado 16 de Febrero de 2013
Plinio R. Carvajal H.


Dado que por fin se decidió la esperada y siempre negada devaluación de la moneda venezolana, así mismo se han producido una serie de declaraciones tanto a favor como en contra; se hace inevitable tratar de una revisión más analítica y más reflexiva de esta medida.

En primer lugar, ¿Por qué esta devaluación era tan esperada, a pesar de las declaraciones de voceros gubernamentales siempre negándola? La razón es que nuestra moneda esta obvia y fuertemente sobrevaluada. Las razones que demuestran esa sobrevaluación son claras; si determinamos que resulta más económico adquirir bienes en el extranjero con dólares a la tasa de cambio oficial que adquirirlos en el país, es porque que la moneda local esta sobrevaluada.

¿Cómo ocurrió eso? Para el año 2005 la tasa de cambio oficial era de 2,15 y pasó a 4,30, reminiscencia y deseo de imitar aquella tasa de cambio que se mantuvo sólida y estable durante tantos años en el período puntofijista, una devaluación del 100%, (la devaluación del llamado Viernes Negro fue del 74%, cuando pasó de 4,30 a 7,50 bs por dólar). Si consideramos las sucesivas devaluaciones que van desde 1983 hasta 1999, el bolívar pasó de 4,30 a 470; mientras que desde 1999 hasta hoy pasó de 470 a 6300 (oculto con la reforma monetaria que le quito los tres ceros a nuestra moneda).

Desde el año 2005 la inflación en Venezuela se ha mantenido en niveles que van del 22% al 30 %, lo que implica una inflación acumulada del 186,76 % y eso sin contar la brutal inflación de enero 2013; (la más alta del mundo) mientras que USA (19,27%) y China (24,97) muestran inflaciones acumuladas sensiblemente más bajas. Eso significa que esa inmensa diferencia de inflación ha sobrevaluado nuestro signo monetario con relación a nuestros principales socios comerciales, mientras la tasa oficial se ha mantenido fija (salvo por las devaluaciones disfrazadas a través de los bonos de PDVSA y el SITME, ahora desparecidos). Por ese motivo hemos visto como la tasa no oficial, la que el gobierno piensa que por no nombrarla no existe, ha escalado cifras asombrosas.

Esto se ha podido mantener gracias a la buena fortuna de precios petroleros altos, pero estos precios aun tan altos no han podido sostener la vorágine del consumo de dólares para las importaciones y han llevado a un endeudamiento del Estado venezolano que deja pálida a la deuda de los años 80 (alrededor de US$ 30 mil millones) que causo la crisis de la deuda y el Viernes Negro, mientras que la deuda actual es de US $ 196 mil millones. Esta situación es insostenible en el tiempo, una leve baja en los precios petroleros nos llevaría a una catástrofe que incluiría, quizás, hasta hambrunas nunca vistas en Venezuela.

Volviendo a la devaluación, como todo en el mundo tiene su lado bueno y su lado malo. Una moneda sobrevaluada alienta las importaciones, ya que es más barato importar que producir y/o consumir en el mercado interno. Todos hemos sido testigos de la progresiva destrucción de la industria nacional. Los textiles, la confección, los calzados, industrias compuestas esencialmente por PYMES (pequeña y mediana industria) han ido desapareciendo al no poder competir con los precios de la masiva industria china, apoyada por un bolívar sobrevaluado. Así mismo la agro-industria va siendo desmantelada por la importaciones de productos lácteas y vacunas de Uruguay y Argentina; no hace falta ir a los informes del Banco central, basta ir a un supermercado o a una tienda para constatar esta realidad. Hasta la gasolina la importamos de los Estados Unidos. Además acabamos de ingresar a un TLC (Tratado de Libre Comercio) que es el Mercosur, abriendo nuestros mercados a esos países.

Desde este punto de vista pareciera que la solución es devaluar; ayudamos a la industria nacional y el gobierno obtiene más ingresos en bolívares que le permiten continuar gastando más dinero: pero, ojo, hay un gran pero, la devaluación. Cada vez que devaluamos subimos los costos de los productos importados. Si la economía es sólida y productiva eso no afecta tanto, pues los productos importados, ahora más caros, se reemplazan con productos nacionales, pero ¿Es ese nuestro caso? ¿Estamos en capacidad de reemplazar esos productos importados por producción nacional? No, sencillamente no, la industria nacional fue expropiada, destruida o quebrada, aquí no se produce nada, todo se importa, como vimos en el párrafo anterior, así que tendremos que seguir comprando los productos importados al precio que sea.

Ante las ridículas, me disculpan la expresión pero no hay otra que se ajuste, declaraciones de un ministro que decía que el venezolano de pie no necesita dólares para vivir tenemos que abrir los ojos y ver la realidad. Cada vez que nos llevamos un bocado de pan a la boca estamos pagando un producto importado, cada vez que tomamos leche, comemos un bistec, compramos un pantalón, una camisa, una plancha, un trozo de queso, un par de zapatos, ni hablar de un televisor o un carro, estamos haciendo uso de dólares para importar eso que comemos o usamos, y estaremos pagando en incrementos de precios la devaluación; si nos va a afectar a todos, pobres y ricos, pero sobre todo a los pobres, que gastan mayor porcentaje de su sueldo en comida, bebida y trasporte.

Entonces, ¿Es buena o mala la devaluación? Sera mala en un país sin producción, y será buena en un país con una base industrial fuerte, o acompañada de medidas que permitan el desarrollo industrial; con seguridad jurídica, sin miedo a que montes una empresa y si resulte exitosa te la expropien; estímulos a la producción, a la iniciativa privada, a la inversión nacional y extrajera. Devaluación sola solo trae pobreza, devaluación acompañada de producción trae progreso.
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